A veces, descubrimos que no estamos en paz con nosotros mismos, que hay cosas que no podemos perdonar del todo, que hay errores cometidos que todavía no hemos digerido.
Cuando menos lo esperamos, reaparecen en nuestro interior recuerdos de cosas que hicimos o dijimos en el pasado; y sufrimos por habernos equivocado, y nos duele haber quedado mal ante los demás.
También, en algunas ocasiones, nos atormentan recuerdos de malas experiencias que hemos tenido. Quisiéramos olvidarlas, pero cuando no nos damos cuenta, en la cama o en un momento de soledad, vuelven a aparecer esas sombras.
Otras veces, se nos hace un nudo en la garganta porque recordamos a las personas que nos han hecho daño, nos han fallado, nos han humillado, y en el fondo, necesitamos que de alguna manera paguen por lo que han hecho. O nos culpamos a nosotros mismos por lo que hemos sufrido y nos despreciamos interiormente.
Todas estas cosas son como venenos interiores que no nos dejan disfrutar de la vida y que empañan nuestra alegría.
Vale la pena que nos detengamos a enfrentar esos "demonios" que nos atacan, para poder alcanzar una vida más sana y más libre.
Reconciliarte con tu pasado y estar en paz con tus recuerdos
No podemos pretender ignorar el pasado y decir que no existe. Es cierto que lo que sucedió ya pasó, y que sólo existe el momento presente. Pero nadie puede negar que el pasado se nos ha metido adentro, y que suele hacernos daño a través de los malos recuerdos.
Las cosas que nos han hecho sufrir perduran en la memoria; no sólo en la mente, si no, también, en la memoria de la piel, de los músculos y del corazón.
Porque la piel y los músculos tienen una memoria propia. Por eso, al que tuvo un accidente se le recomienda que no deje de realizar la misma actividad que hacía cuando se accidentó, para que el trauma no se grabe aún más en la memoria corporal.
Víctor Manuel Fernández.
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