miércoles, 20 de octubre de 2010

FE


Somos una raza fuerte, los cuadripléjidos. Si no fuera así, no estaríamos hoy aquí. Sí, somos una raza fuerte. En muchos sentidos, fuimos bendecimos con una alegría y un espíritu que no les son dados a todos y permíteme decirle que esta negativa a aceptar la propia incapacidad deriva de una cosa: la fe, una fe casi divina.
En la sala de recepción del Instituto de Medicina Física y Rehabilitación, en East River, 400 East 34th street de Nueva York, hay una placa de bronce clavada en la pared. Durante los meses que volvía al Instituto para mi tratamiento, dos o tres veces por semana, pasé muchas veces por esa sala de recepción, a la ida y a la vuelta. Pero nunca encontré el momento de desviarme a un costado y leer las palabras de la placa fueron escritas, según dicen, por un soldado confederado desconocido. Una tarde, lo hice. La leí y volví a leerla. Cuando terminé la segunda vez, estaba a punto de llorar, no con desesperación, sino con un fuego interior que me hizo apretar con fuerza los brazos de mi silla de ruedas. Me gustaría compartirlo:

CREDO PARA LOS QUE HAN SUFRIDO

Le pedí fuerzas a Dios, para poder triunfar.
Fui hecho débil, para que pudiera aprender humildemente a obedecer...

Pedí salud, para poder hacer grandes cosas.
Recibí enfermedad, para que pudiera hacer cosas mejores...

Pedí riqueza, para poder ser feliz.
Recibí pobreza, para que pudiera ser sabio...

Pedí poder, para lograr el elogio de los hombres.
Recibí debilidad, para que pudiera sentir la necesidad de Dios...

Pedí todas las cosas, para poder gozar de la vida.
Me fue dada la vida, para que pudiera disfrutar de todas las cosas...

No tengo nada de lo que pedí, pero si todo lo que esperaba.
Casi a pesar de mí mismo, mis plegarías silenciosas fueron atendidas.

¡He sido, entre todos los hombres, sobradamente bendecido! 

Roy Campanella.

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