miércoles, 22 de mayo de 2013

Decídete a perdonar


En nuestra relación con las personas, -todos esos que llamamos “el prójimo”-, el amor siempre tiene que ir por delante, mucho antes que cualquier conducta del otro o de cualquier circunstancia de su persona. 

El amor es el punto de partida.

A ese “otro”, de entrada se le quiere, se le valora, se está dispuesto a ayudarle,
a fomentar su bien.

Este enfoque tan a ras de tierra nos lo brinda el Padre Luis de Moya, quien
afirma que, “más que ‘dar’, el amor es ‘comprender’. Por eso, si tienes el deber
de juzgar, busca una excusa para tu prójimo, que las hay siempre. Y antes que
nada, rezar: Rezar por quienes nos parece que no actúan como debieran.”

Comenta Mons. Jesús Sanz Montes que “el amor que calcula, el que pide
condiciones, ése no le interesa a Jesús. Acaso pensamos que no tenemos
grandes enemigos, y es muy posible que así sea. Pero la enemistad que Jesús
nos invita a superar con amistad, y el rencor que Él nos urge a superar con
amor, pueden estar muy cerca, tal vez demasiado cerca.

El amor que Jesús nos propone es el que debemos adoptar como parte de
nuestra forma de ser y que sea gesto cotidiano, permanente. Porque los amigos
o enemigos a los que indistintamente debemos amar se pueden encontrar cerca o lejos, en nuestro hogar o en el vecino, puede ser un familiar o un compañero, frecuentar nuestras sendas o sorprendernos en caminos infrecuentes. Todo esto da lo mismo. No hay distinción que valga para dispensarnos de lo único importante, de lo más distintivo y de lo que nos diferencia de los paganos: el amor. En esto nos reconocerán como sus discípulos.”

Como discípulos, todos estamos llamados a ser santos. Cuando oímos esto nos
cuestionamos si se estarán refiriendo a nosotros. Y descartamos la idea
considerando que se refieren a los sacerdotes y obispos, las monjas y los
religiosos. Quizás también a algunos laicos muy comprometidos en sus
quehaceres evangelizadores. Sin embargo, afirma Fray Fernando Torres Pérez
que “la santidad del cristiano no consiste en hacer muchas penitencias ni
mortificaciones. Tampoco estriba en dedicar la vida a la oración y a la
meditación. Ser santos es amar y amar hasta el extremo. 

Es amar a los enemigos. Es renunciar a lo que podría ser justo según este mundo para optar por la fraternidad, por la hermandad a cualquier precio. Hasta el precio de pagar con la propia vida. Exactamente igual que hizo Jesús. Porque ser cristiano no es más que seguir el camino del Maestro.”

¡De por Dios! ¡En qué idioma tendrán que decírnoslo! ¡El rencor no tiene cabida
en el corazón de un seguidor de Cristo! Y no es cuestión de decir: “Yo no lo odio, ni le tengo rencor, sino que no me siento preparado para perdonarlo…” ¡NO! ¡Que eso no está en ningún sitio del Evangelio!

Decídete a perdonar, decídete a amar. El perdón, como el amor, no es un
sentimiento, es una decisión. Hazlo, y hazlo ya.

Es Jesús quien te lo pide.

Juan Rafael Pacheco

martes, 14 de mayo de 2013

Aprendi...


"La distancia puede causar nostalgia, pero nunca olvido"

De una forma positiva, aprendí que no importa lo que suceda, o lo ruín que parezca el día de hoy, la vida continúa, y el mañana será mejor.

Aprendí que se puede conocer bien a una persona, por la forma en que reacciona ante tres cosas: 

Un día lluvioso, un equipaje perdido y los haces de luces de un árbol de Navidad que se entrelazan.

Aprendí que, no importa el tipo de relación que tengas con tus padres, sentirás su falta cuando ellos no estén. 

Aprendí que "saber ganar" la vida no es lo mismo que "saber vivir".

Aprendí que la vida, a veces, nos da una segunda oportunidad. 

Aprendí que vivir no es sólo recibir, también es dar.

Aprendí que si buscas la felicidad, te ilusionas. 

Pero, si centras la atención en la familia, en los amigos en las necesidades de los demás en el trabajo y en intentar hacerlo mejor

La felicidad te encontrará .

Aprendí que siempre que decido algo con el corazón abierto, generalmente acierto. 

Aprendí que cuando siento dolor, no necesito ser un dolor para los demás.

Aprendí que diariamente necesito llegar y tocar a alguien.

A las personas les gusta un toque humano, sentir una mano amiga, recibir un abrazo afectuoso, o simplemente una palmada amistosa en la espalda.

Aprendí que aún tengo mucho que aprender. 

Las personas se olvidarán de lo que dijiste... 

Olvidarán lo que hiciste.... 

Pero nunca olvidarán cómo las trataste.

lunes, 13 de mayo de 2013

Aprendiendo


Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma, que el amor no significa recostarse y una relación no significa seguridad…

Y uno empieza a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas; y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes…, y los futuros tienen una forma de caerse a la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado hasta el calor del sol quema, que hay que plantar su propio jardín y decorar su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno vale, y uno aprende y aprende…

Y con cada adiós uno aprende.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver al tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo por compañía a tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.

Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados y que el que no lucha por ellos, tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.

Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.

Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba ya no tiene ningún sentido.

Pero desafortunadamente… ¡Sólo con el tiempo!

Jorge Luis Borges

miércoles, 8 de mayo de 2013

Ay, ahora..., ¿Qué hago?


Cuántas decisiones se toman al día? ¿Unas pocas, una decena, cientos? A lo largo de cada jornada elegimos muchas veces; algunas elecciones son relevantes y otras son poco significativas, pero todas, en mayor o menor medida, van moldeando la vida que acabamos por tener. Por eso son tan importantes. ¿Pero qué hace que se tome una mejor o peor decisión? ¿Qué aspectos de una persona y de la realidad confluyen para que cada quien opte por el camino que finalmente toma?

De qué se trata

Decidir es un proceso que comienza con el reconocimiento de un problema o un conflicto y, en el mejor de los casos, termina con una elección que cobra vida cuando la solución puede aplicarse en un contexto determinado. Puede decirse entonces que decidir es un proceso donde están involucrados la persona que selecciona la opción entre varias alternativas de acción, las metas que la persona pretende alcanzar con sus acciones, sus preferencias, los criterios que utilizará para seleccionar, la estrategia que elegirá para alcanzar sus objetivos, los recursos de que dispone, la situación del entorno que la rodea y, por supuesto, el resultado, que conlleva un cierto grado de riesgo o de incertidumbre. Además, la libertad y el tiempo disponibles para evaluar las diversas opciones resultan también factores determinantes en el proceso de decidir.

La perspectiva básica desde la que alguien elige es lo que se denomina su paradigma. Lo cual no es otra cosa que un mapa cognitivo; es decir, la suma de creencias que configuran el universo personal y desde el que cada uno decide en función de su percepción de determinada situación. Lo que importa destacar aquí es que cada uno de nosotros percibe la realidad desde su propia mirada: ésta no es otra cosa que una construcción personal. Como si esto fuera poco, lo que percibimos determina lo que hacemos. Pero eso no es todo. Por lo general, las respuestas a los problemas se basan en las experiencias pasadas, que con el tiempo fueron forjando patrones dominantes de pensamientos llamados estereotipos. Y una de las razones por las que estos estereotipos tienen tanta vigencia es porque están cargados de emociones. Como escribe Estanislao Bachrach en su libro Ágilmente: "No somos seres racionales con sentimientos. Somos seres emocionales que aprendimos a pensar". Pero si lo que aparece es una situación nueva, los patrones de pensamiento no sirven. Y, por lo tanto, es necesario buscar una nueva respuesta a eso que nos desafía. Entonces, ¿cómo decidir de la mejor manera posible en un contexto nuevo?

Cada elección implica enfrentarse a una serie de factores que condicionarán la opción a tomar. Conocerlos puede ayudar a decidir escogiendo la mejor alternativa.

Falta de tiempo: uno de los principales problemas que surgen a la hora de decidir es la relación entre el nivel de complejidad de la decisión y el tiempo disponible para tomarla. Lo ideal es no apurar una decisión importante.

Trabajar con el problema equivocado: Daniel Kahneman fue el primer psicólogo que recibió el Premio Nobel de Economía (2002) por desarrollar distintos tipos de investigaciones en las que demuestra que tomamos decisiones más allá de la racionalidad lógica y consciente. Sus estudios señalan que la manera en que se comunica una situación construye el marco o punto de vista del problema y éste determina todo el proceso de toma de decisiones.

Fallar en la identificación de lo que se desea: si nos equivocamos en identificar nuestros objetivos, erraremos el camino.

No explorar todas las alternativas posibles: aparece sobre todo cuando hay que tomar una decisión para resolver un problema nunca experimentado.

No ver consecuencias que son cruciales: esto sucede cuando no advertimos la influencia determinante que tienen las variables intervinientes y su impacto en el futuro próximo.

Perder de vista el objetivo principal: cuando existen objetivos contradictorios necesitamos lograr el equilibrio entre ellos sin caer en la ilusión de la complementariedad de los opuestos.

Dilación indebida: muchas veces no se toma una decisión por las emociones negativas que trae aparejadas. En general, ese tipo de demoras sólo agranda los problemas.

No prestar atención a la incertidumbre: la incertidumbre es parte de la vida. Sin embargo, podemos reducir el grado de desconocimiento de la situación que enfrentamos utilizando herramientas que permiten evaluar y comparar las alternativas que nos acercan al resultado deseado.

No medir nuestra tolerancia al riesgo: expone a situaciones poco conocidas donde se tiende a decidir de modo irracional, presentando aversión al riesgo o bien propensión al mismo.

Fallar en el timing cuando las decisiones están concatenadas: Ocurre cuando no tenemos en cuenta los pasos sucesivos que se dan en un proceso determinado.

Guiarse sólo por impulsos: la percepción de una situación actual está determinada por las emociones que se generaron en experiencias pasadas a las que se asocia esta nueva. Por lo tanto, se termina respondiendo como en el pasado.

Parálisis por análisis, miedo o desorientación: No decidir es también una decisión, la peor de todas.

Profecías autocumplidas: se orienta la conducta hacia acciones que provocan la realidad temida o anhelada. Lo cierto es que, ante una elección relevante, la persona necesita salir de su zona de confort para analizar, con la mayor amplitud posible, lo que está en juego. Y si bien muchos de los aspectos de la elección están fuera de su control, conocimiento o comprensión, existen ciertas trampas a las que hay que prestar atención para no caer en ellas al decidir.

Tomar coraje

Para ahorrar energía, el cerebro funciona según a la información que tiene registrada. Se guía por las impresiones, tendencias, estimaciones, recuerdos, datos e ideas iniciales. La humana tendencia a responder con estereotipos nos hace buscar certezas, asociando fenómenos que no tienen ninguna relación entre sí. También es frecuente elegir la alternativa que perpetúa la situación actual, ya que nos sentimos seguros cuando podemos controlar lo que vivimos. Por eso resulta muy común que sólo se busque información que apoya las intuiciones, opiniones o perspectivas actuales, y se dejen de lado aquellas evidencias que las contrarían. Cuando alguien confía demasiado en sí mismo, la gama de alternativas se reduce mucho y así queda muy acotada la decisión por tomar. También puede ocurrir lo contrario: ser excesivamente prudente y hacer estimaciones muy conservadoras, lo que puede llevar a decisiones equivocadas. Al considerar los peores escenarios, se toman demasiados recaudos, se presupuestan grandes costos para evitar los aspectos negativos y son pocos los beneficios que se obtienen.

Es sabido que los sucesos dramáticos o trágicos dejan sus marcas en el aparato psíquico que afectan las elecciones futuras. Tendemos a elegir de manera de justificar nuestras elecciones pasadas. Muchas veces, más de lo que se reconoce públicamente, al decidir creemos que seremos favorecidos por entidades sobrenaturales porque somos especiales. Decidir es difícil porque significa aceptar que no se puede todo, que una alternativa descarta la otra. Significa, básicamente, que al tomar un camino, necesariamente se deja otro sin transitar. Y esto cuesta. Además, ante una situación nueva, nuestra zona de confort se ve amenazada y tendemos a responder con los patrones dominantes de pensamientos. Entre otras cosas aparecen prejuicios, creencias, dogmas y principios que gobiernan el comportamiento. Frente a lo nuevo hay que contar con el coraje de tolerar la ambigüedad, la inconsistencia y la incertidumbre.

Pensar de modo creativo requiere la aptitud de asociar entre dos o más ideas diferentes, ir más allá de lo conocido y creado. Tener la audacia de pensar cuántos puntos de vista diferentes hay para dar respuesta a ese nuevo problema que plantea un desafío. Leonardo da Vinci decía que algo no podía ser comprendido hasta que no fuera observado por lo menos desde cuatro perspectivas diferentes. Para ello es necesario desestructurar los modelos mentales (¡algo ciertamente difícil!). Toda decisión creativa es producto de haber tomado riesgos, ya que la comodidad es enemiga de la grandeza.



jueves, 2 de mayo de 2013

POEMA DE LA DESPEDIDA

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste...No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos
demasiado los dos.

Este cariño triste, y
apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para
quererte a ti.
No sé si te amé mucho...
no sé si te amé poco;
pero si sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo,
sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte
como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso con esta
despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mi...
Pero te digo adiós, para toda la vida
aunque toda la vida siga pensando en ti.

José Ángel Buesa